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Crímenes y coberturas

Las tapas de El Orden y El Litoral el día de los crímenes
En 1938 un conde venido a menos, residente en Santa Fe, asesinó a toda su familia en el sur de la ciudad. Dos diarios dedican sus páginas al hecho: entre el periodismo, el sensacionalismo y la conmoción. Y la búsqueda de su lector-modelo.

El 13 de febrero de 1938 la noticia conmocionó a la ciudad, poco habituada a los crímenes múltiples, aunque sí a la violencia familiar (dos ejemplos acá y acá). (Igualmente, un conde había protagonizado en el siglo anterior un terrible hecho sangriento.)

Un hombre de 61 años asesinó a su esposa, a su hija y a un “sirvientito” de ocho años y, luego de herir a su sobrina, se suicidó.

Los dos principales diarios de la ciudad realizaron la cobertura de los crímenes a su modo. El Orden, con un despliegue moderno: gran producción fotográfica para la época y mucho sentimentalismo-amarillismo, fiel a su modelo, el Crítica de Natalio Botana. Había allí un objetivo claro: conquistar a la masa de lectores populares con campañas en beneficio de sectores marginales, redactando las noticias en un lenguaje llano, ocupándose de las necesidades de los barrios y dando preeminencia a las noticias policiales de la zona. Por algo fue algunos años después un diario que se declaró, ante todo, peronista.

El Litoral, en cambio, abocado a transformarse en actor político, continúa privilegiando noticias internacionales y nacionales y sus editoriales. Por varias décadas más, también, seguirá utilizando una disposición gráfica anodina, con letras apretadas y escasa presencia de imágenes.

Aquí, las diferentes coberturas del múltiple crimen.

Los crímenes y la cobertura

Coberturas
Alejandro Pozzo Di Borgo asesinó primero a su hija Ángela, de 26 años; luego hirió a su sobrina Haydeé Marinelli, de 22; posteriormente asesinó a su esposa de 53; y, antes de suicidarse, mató al niño Carlos González, de 8 años.

El Orden da abundantes detalles, en dos páginas completas, del encadenamiento que siguieron los crímenes, de cómo sobrevivió Haydée, de cómo se hallaba el cuerpo del niño y de quién era Alejandro Pozzo Di Borgo. El Litoral, quizá urgido por publicar la información el mismo día de los hechos –la tragedia se había desatado alrededor de las 15 horas--, relata, casi despojadamente y en dos columnas la cronología de los sucesos.

El diario fundado por don Alfredo Estrada, por ser matutino, ha podido recoger más datos. Pero focaliza, además, en lo que considera el drama de un hombre que había perdido todo. Se concentra así en Di Borgo.

Antes, en los “hechos”, encontramos que:

  • El domingo 13 de febrero, a la hora de la siesta, los vecinos de calle Moreno y 1º de Mayo oyeron varias detonaciones. Algunos pensaron en chicos traviesos. Otros, en algo más serio.
  • Luego del almuerzo, donde Di Borgo “demostró una tranquilidad y calma absolutas”, cada miembro de la familia se retiró a sus habitaciones.
  • Pocos minutos antes de las 15 hs, se oyó una detonación, por lo que Haydée Marinelli –la sobrina—se dirigió a la habitación de su prima Virgina, y desde allí al comedor. “Quedó horrorizada ante el cuadro que veían sus ojos; allí estaba Virginia, asida del borde de la mesa, luchando por mantenerse en pie”.
Al alzar sus ojos advirtió allí, a pocos metros, a su tío, don Alejandro Pozzo di Borgo, con un winchester en la mano, observando el cuerpo de su hija…
Haydée dio un fuerte grito y tapóse los ojos, horrorizada, saliendo por la puerta que da al patio. Su tío la persiguió y le hizo un disparo. El proyectil rozó el seno izquierdo, desgarrándole superficialmente la carne.
Pero ella tuvo tiempo de correr hasta su habitación, donde se encerró. (El Orden)
  • Tras los primeros disparos, la señora Di Borgo se acercó y vio el momento en que disparaba contra su sobrina. Su grito fue ahogado por más disparos, dirigidos contra ella. En esto, ambos diarios coinciden: su cuerpo cayó junto al de su hija, que terminaron abrazados.
  • El niño que allí vivía (un “sirvientito” según El Litoral; un pibe recogido de la calle que hacía recordar al hijo muerto de Di Borgo según El Orden) corrió desde el comedor hacia el patio y allí fue alcanzado. Y el conde, lo remató.
  • Cerca de las 16 hs, Di Borgo se quitó lo zapatos, se acostó en la cama y colocó el winchester bajo su oído izquierdo. Luego apretó el gatillo. Cuando vecinos y policías lograron entrar a la casa, todavía vivía.
El autor

Estos, los hechos, más o menos similares en ambas crónicas.

Lo dijimos, El Orden concentra su atención en el autor de los crímenes: quién había sido Alejandro Pozzo di Borgo.

Había llegado a nuestro país en el año 1902, contratado por el gobierno nacional. Participó en la construcción del Cerro de la Gloria en Mendoza y en las obras del Congreso de la Nación, entre otras. En Santa Fe, fue presidente del Concejo Deliberante.

Hombre dinámico y emprendedor, entroncado en un viejo abolengo de Verona, Italia, que él se halagaba en destacar, entregóse a los ardores de los negocios y de las grandes obras. Una vida llevada sin moderación, rayana en el dispendio, le hicieron conocer en la vejez las necesidades, y ahora último, la miseria en toda su desnudez. (…)
Al llegar a la vejez, con sus achaques importunos, encontró a Alejandro Pozzo di Borgo en una situación harto difícil, pues de su opulencia no había quedado ni el amargo recuerdo, y lo más desesperante, lo más doloroso para aquel hombre que había amasado fortunas, que ostentaba título, fama y abolengo, era la situación en que quedarían su esposa y su hija, en caso de que él falleciera.
Sobre los modos de actuar de Di Borgo y su familia, difieren los diarios.

Para El Litoral, la esposa no era conocida por nadie. “Jamás se la vio en la calle”. Al conde se lo veía escasamente, cuando salía para ocuparse de sus actividades de productor de una Compañía de Seguros, “de las que sacaba muy escasas utilidades”. A su hija y a su sobrina las conocían por “vagas referencias”.

El Orden, en cambio, asegura que los vecinos daban refugio frecuentemente a las tres mujeres cuando Di Borgo tenía una de sus “frecuentes” alteraciones mentales.

Los por qué

El matutino apuesta sus hipótesis a que el conde, acosado por la miseria y una enfermedad, temía por la suerte de su familia tras su muerte.

El vespertino asegura que un profesional le había comunicado, el día previo a la tragedia, que la justicia lo desalojaría inminentemente. Al notar el desconsuelo de Di Borgo le dijo: “El lanzamiento se puede postergar. Todo está en que usted se enferme mañana y se meta en la cama”. El conde le respondió: “No es necesario. Yo ya he tomado mis precauciones”.

El seguimiento

El Orden, en campaña frente a la pobreza del hermano del conde
El Litoral publica su segundo y último artículo sobre el tema el 14 de febrero. En dos párrafos señala que los vecinos, previa autorización del juez, se hicieron cargo de la capilla ardiente. También que Luis Pozzo Di Borgo, hermano del conde, había sufrido un desmayo al llegar a la casa. “Recobrado y después que hubo dado un poco de desahogo a su dolor, exhibió una carta en la cual le informaban que recibiría en estos días 62.000 liras, dinero que podría haber impedido, quizás, el hecho lamentable”, publica. Dedica también algunas líneas a las declaraciones judiciales de la única sobreviviente.

El Orden continúa durante varios días dedicando páginas completas a los sucesos. Un periodista visitó al hermano del conde en su casa, hallando que vivía en la miseria. Detalla esas condiciones de vida del anciano y ruega a la municipalidad que le devuelva el trabajo que había abandonado.

Haydée Marinelli es protagonista de esas páginas también: la llegada de su padre de Mendoza, los engaños “piadosos” a que la someten, la incredulidad frente a lo sucedido.

El velatorio y el sepelio, con amplia cobertura de El Orden
También se detiene en la colecta que los vecinos realizan para la compra de los cuatro féretros y la carta que dos niños hacen llegar junto a su donación.

Realizados los sepelios y enviada Marinelli a Mendoza, el caso pasa al olvido. Ambas coberturas sostienen pero también prefiguran el estilo que cada uno de estos diarios sostendrá durante las décadas que vendrían.

El uno, con diez años de vida hacia atrás y aún 17 por delante, se aboca a conquistar la fibra sentimental de su lector, por lo que se ocupa no sólo de los crímenes, sino también de la sobreviviente. El otro, que llevaba 20 años de existencia y aún subsiste, se ocupa anodinamente a dar la información. Sus lectores estaban en otro lado.

2 comentarios:

Patto dijo...

Tuve conocimiento del hecho histórico por medio de una tía que lo narro y precencio el lugar de los hechos,aun con los fallecidos en el lugar

Patto dijo...

Tuve conocimiento del hecho histórico por medio de una tía que lo narro y precencio el lugar de los hechos,aun con los fallecidos en el lugar

 
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